ANTIGUO EGIPTO
Funcionarios, cortesanos y consejeros reales
Enanos y muy poderosos
Grupo escultórico del enano Seneb y su familia.
No parece en modo alguno que los egipcios fueran más propensos que los pueblos de su entorno a sufrir cualquiera de las enfermedades que producían poliomelitis, enanismo o tuberculosis ósea. Sí parecen, en cambio, mucho menos reacios a mostrarlas en dibujos, estatuas o relieves. No sabemos si ello se debía a un afán de naturalismo o, sencillamente, para dar realidad al mundo idealizado que el difunto se llevaba consigo a la tumba; pero lo cierto es que, pese a su estricto canon, cuando se trataba de personas con algún tipo de malformación física los egipcios no se mostraban tímidos a la hora de mostrarlas tal cual.
Esta relación de los egipcios con la malformación humana viene de lejos, desde la época predinástica. En la tumba S15 (Nagada IIA-IIB) del cementerio de Adaima (Alto Egipto) se encontró el esqueleto de una mujer muy revuelto. Una vez reconstruido se pudo comprobar que se trataba de una persona de unos 30 años de edad que había sufrido el mal de Pott, como era evidente por la increíble curvatura de la columna vertebral, que la obligaba a caminar inclinada hacia delante. Lo interesante en sí no es la malformación, de la que en la tumba S35 hay otro ejemplo en un niño de doce años, sino el ajuar funerario que la acompaña: tres vasos de cerámica de los cuales uno había sido deformado antes de la cocción con objeto de que su forma recordara de algún modo a la de la difunta. De épocas posteriores, hay varias estatuillas que muestran una columna fuertemente curvada, la cual podría ser una representación de este mismo mal de Pott.
El vaso de Adaima sería la primera imagen de una persona con malformación que se conserva en el valle del Nilo y de las cuales hay un detalle que llama la atención: la elevada proporción de enanos; porque, sin contar las figuras del dios Bes, se conocen más de 200 de ellas en todos los soportes.
Raciocionio y capacidad de concentración
En realidad, la relevancia social de los enanos, o cuando menos su no discriminación, es visible en el registro arqueológico ya desde la época tinita, cuando los encontramos enterrados en los complejos funerario de los reyes Djer (3 enanos), Den (4) y Semerkhet (2). La mejor calidad de sus estelas comparadas con las del resto de cortesanos parece un indicio de su aprecio por parte de los soberanos, aunque no sepamos cómo interpretar que las de los perros del faraón tengan idéntica calidad.
Durante el Reino Antiguo los enanos forman parte del personal de las casas de los grandes personajes, tanto de la Administración como de la familia real. Sus títulos y tareas desempeñadas no se diferencian de los de otras personas de talla normal, aunque parecen evitar las labores al aire libre y destacar en la cría y cuidado de mascotas o la realización de joyas. Su presencia en escenas cuyos protagonistas habituales eran mujeres o niños hace que exista en la categoría social de los enanos un matiz que se nos vuelve a escapar. Desde luego, que un adulto con la talla de un niño sustituyera a un infante en una tarea o ceremonia suponía que ésta corría menos riesgo de salir mal, al hacerse cargo de ella una persona con raciocinio y capacidad de concentración, pero de escasa estatura. Explicación que, sin embargo, no cabe en el caso de las ceremonias con mujeres.
Es durante el Reino Antiguo cuando nos encontramos con el mejor ejemplo de la completa falta de discriminación social de los enanos. Se trata del caso de Seneb, miembro de la corte de Khufu y de su sucesor, Djedefra. En su larga carrera, su presencia en la Administración lo llevó a ostentar un total de veinte títulos diferentes, entre los cuales destacan "superintendente de las tejedurías de palacio", "guardián del sello del dios de la barca Unherbau" entre los cargos funcionales, y de "amado de su señor" y "compañero" entre los honoríficos. Su buen hacer hizo que los dos soberanos bajo los cuales estuvo sirviendo lo incluyeran entre los encargados del mantenimiento de sus cultos funerarios respectivos. Una relevancia social la de Seneb puesta de manifiesto también por la elevada categoría de su esposa, Senetites, que ocupaba cargos en el culto a las diosas Hathor y Neith.
En la mastaba de Seneb en Guiza (G 1036) nos encontramos, además, con algunas de las ingeniosas soluciones adoptadas por los egipcios para representar a los enanos respetando su canon de proporciones: un torso de tamaño normal, las piernas cortas y el rostro sin deformidades de los hipocondroplásicos (un grado menor de enanismo que la acondroplasia). Esto le da a su figura un aspecto nada extraño, al tiempo que deja clara su malformación mediante sus cortos miembros. Era un modo de mostrar las peculiaridades físicas de una persona sin ensañarse en ellas.
Como la convención requería que el protagonista de la escena tuviera más tamaño que sus subordinados, cuando se trata de un enano sus piernas cortas compensan su mayor altura y todos quedan con la misma talla. Quizá este sea el motivo de que en ninguno de los relieves de la tumba aparezcan Seneb y su esposa juntos; pues en este caso la diferencia de alturas hubiera sido evidente. Esto no sucede, en cambio, en la única de las tres estatuas de Seneb que se conservan, donde él y su esposa aparecen sentados juntos y con sus hijos. Seneb aparece con las piernas cruzadas sobre el asiento, el volumen de las cuales es sustituido en la parte frontal por las figuras de sus dos hijos. De este modo tan elegante quedan solucionados los problemas de categoría/altura al mismo tiempo que se muestra de forma inequívoca la condición del difunto.
Como no podía ser menos, no sólo hubo enanos en puestos destacados, tambiénenanas. La primera representación de una de ellas la encontramos en un relieve de la mastaba de Nebet, esposa de Unas (V dinastía), donde aparece entre las damas de compañía de la reina mientras ésta observa la llegada de inmensas jarras de vino.
Durante el Reino Medio y el Reino Nuevo, los enanos dejan de aparecer en las escenas donde lo hacían durante el Reino Antiguo y comienzan a ser representados junto a otras personas con malformaciones, pero no da la impresión de que su categoría social mengüe. Sobre todo porque durante el hiato amárnico, sí sabemos que siguió habiendo enanos en la corte. En este caso se trata de mujeres que actúan como damas de compañía de Mutnedjmet -hermana de la reina Nefertiti-, las cuales aparecen mencionadas la una como "el visir de la reina, el Sol" y la otra como "el visir de su madre, para siempre". Más que una titulatura irónica que indique una labor como bufonas, es posible que esté indicando en verdad la labor que desempeñaban: consejeras de la princesa.
Tras todos estos ejemplos, y pese a las inevitables lagunas de la documentación, parece claro que los egipcios no mostraban ningún prejuicio hacia los enanos, más bien al contrario, las consideraban personas útiles para la sociedad. Las madres, quienes recurren a un dios enano Bes para que las proteja a ellas y a su retoño, ni siquiera soñarían con hacer ofrendas y oraciones para intentar prevenir el nacimiento de uno de ellos. Está claro que los enanos no eran seres del caos, ni el enanismo una manifestación negativa del dios o un castigo por actuar contra lamaat.
La explicación de este modo de entender el enanismo como algo positivo la encontramos en la esfera de lo divino, donde los dioses enanos (además Bes) aparecen realizando un recorrido por el firmamento y por el más allá similar al de Ra: "... enano del cielo [...], el gran pilar que comienza en el cielo y termina en el inframundo", con quien se identifican: "Oh, Ra, que es la mitad del enano del cielo, la mitad del enano de la tierra". No parece existir ningún mito que explique los motivos de esta identificación, que en realidad depende por completo del aspecto del enano, que es un ser humano maduro y perfectamente funcional al tiempo que presenta las características de un niño. No es de extrañar que también se identificaran con Horus, el hijo por antonomasia en el pensamiento faraónico. Este mismo aspecto físico explica su identificación con el dios escarabajo Khepri, el sol del amanecer, que como los enanos presenta un cuerpo grande al que acompañan unas extremidades cortas y curvadas. Así, con las características físicas del enanismo identificadas como divinas, no es de extrañar que los enanos no sufrieran ningún tipo de discriminación y en cambio fueran unas figuras respetadas y buscadas por casi todos; porque resulta muy probable que en un cierto nivel social las malformaciones congénitas no se libraran de las burlas, como señalaría el hecho de que en algunos textos sapienciales se haga hincapié en la necesidad del respeto: "No te rías del ciego, ni te burles del enano, ni le quites importancia a la condición del cojo". Al fin y al cabo, como dice ese mismo texto, a todos nos ha hecho el dios.
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CEBID - Centro de Estudos em Biodireito
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